A continuación os contamos algunos aspectos a tener en cuenta sobre los videojuegos. Es muy importante vigilar y controlar el uso que nuestros hijos hacen de ellos ya que si no se usan adecuadamente, en lugar de beneficios, pueden causar serios problemas en su conducta.
Cada vez es más común que los pequeños prefieran jugar frente a pantallas, como el ordenador, las tablets, el móvil o el televisor, que al aire libre o con otros niños. Pero esto, ¿hasta dónde es normal?
Expertos en el tema coinciden en que, cuando un niño reemplaza sus actividades cotidianas (comer, dormir o compartir tiempo con otras personas), por gastar su tiempo en videojuegos o juegos electronicos, hay que preocuparse, pues se pueden estar creando malos hábitos, una dependencia y un abuso a esta actividad.
Esta conducta tiene un proceso y no hay una edad específica en la que se presente. Cuando se generan ciertos hábitos en la infancia se puede catalogar como un niño abusador de los videojuegos, pero en la adolescencia en la que hay más claros indicios de una patología y, es en la adultuz, cuando ya se diagnostica la adicción.
Investigadores en el tema dicen que hoy en día, desde muy pequeños, se están empezando a utilizar los videojuegos y se pierde la competencia en juego con otros amigos. Incluso, ya existen dinámicas que, a los 3 años de edad, los niños manejan las tablets, móviles inteligentes y ordenadores, entre otros.
Esté alerta cuando…
Algunos síntomas que pueden dar indicio de un posible abuso a los juegos electrónicos se dan cuand el niño no puede controlar el momento de dejar de jugar. Y, por ejemplo, al darle la orden de parar, le cuesta trabajo controlarse y se vuelve irritable.
También, se sacrifican otras actividades lúdicas y sociales para poder jugar o dedican tiempo libre para hacerlo. Mienten, tienden a ser impulsivos en otros temas, como la comida, el dinero, etc. Pierden el control con el videojuego. Son ansiosos y se preocupan por todos los temas asociados a este.
Esta situación es aún más preocupante cuando los niños dejan de lado el juego simbólico y prefieren hacerlo únicamente a través de las pantallas. Es decir, cuando un niño juega a los carros o a las muñecas, hay un proceso importante de pensamiento y simbolización. Es decir, a través del juego, el niño puede recrear sentimientos, fantasías, ilusiones, juegos de roles, etc.
En el juego electrónico no se da la posibilidad al niño de recrear muchas de las cosas que piensa o siente, sino que es una dinámica casi automática en la que hay respuesta rápida a un estimulo. Entonces, uno de los síntomas preocupantes también es cuando el niño quiere que sea todo inmediato. Siente intolerancia a la espera y dificultad a la frustración porque necesitas que todo suceda automáticamente, como en los juegos electrónicos.
Padres influyentes.
Detrás de los niños que abusan de los videojuegos, puede haber padres permisivos o facilistas, que prefieren que su hijo se distraiga con este tipo de aparatos en vez de estar molestando, y los usan como niñera.
Generalmente, los pacientes no llegan a consulta en la primera infancia porque los padres sienten que su hijo está jugando mucho, sino cuando, siendo adolescente o adulto joven, ha perdido el control, tiene problemas académicos y de relacionamiento con el otro. Entonces, podemos pensar en que fueron padres permisivos que no tienen normas ni límites.
Ahora, a nivel familiar, el problema no es la adicción de los niños en sí, sino a las pantallas; cuando se cambian las relaciones humanas por los aparatos: Si dejo de comunicarme con mi hijo porque estoy hablando con mi amigo que está en la pantalla, se debe pensar en un problema familiar y en cómo los niños copian lo que los padres hacen. Y no hay una comunicación real entre padres e hijos.
En este sentido, es muy importante el papel de los padres. Primero, en dar ejemplo del uso adecuado de las pantallas. Segundo, en imponer tiempos para usarlas. Pero, lo más importante, es invitar a los hijos a jugar con ellos y con otros niños.
Los adultos, además, deben conocer el mundo de sus hijos y fomentar un uso responsable y protegido de las pantallas. Si los hijos muestran interés por el juego, los adultos lo conozcan y tengan criterio para saber si es creativo o no, si les desarrolla habilidades o no, etc. Que los padres se empapen de lo que los niños están viendo. Y, además, sepan que el juego electrónico no reemplaza el simbólico, el cual es la base de la salud mental para la edad adulta.
Cuando se sospecha la situación, se debe repartir el tiempo con otras actividades y prevenir que el videojuego intervenga en dinámicas básicas como el sueño, el juego o el estudio. Y evitar los juegos violentos o sexuales, pues los niños aún no pueden ser críticos ante estos temas.
El hijo no debe ser quien decida cuándo y cuánto juega; los padres deben tener el control. Tampoco se debe usar como un premio o como catalizador de sentimientos. Si al niño se le muere la mascota, por ejemplo, los padres les ponen el juego, y no debe ser así porque ellos deben sentir, llorar, expresarse. Además también necesitan hacer actividad física, y entre más tiempo pase con el juego electrónico, más sedentario será.
Si la situación se sale de las manos, el niño no acata órdenes, pierde el control, tiene problemas en el jardín o colegio y presenta dificultades para relacionarse con los demás a causa de esta actividad, se debe consultar con un especialista.
No todos los juegos electrónicos son negativos. La adicción y abuso a estos elementos dependen de sus temáticas y uso: Es importante saber que no todos los juegos son malos. Por ejemplo, hay unos sobre armar cosas que son constructivos y, siempre y cuando pueda ser disfrutado con límites, está bien.
Incluso, en el futuro, los cuadernos serán cambiados por el tablero y eso es maravilloso, añade, mientras esto no reemplace el juego, la comunicación y las relaciones humanas. En ese sentido, no se debe satanizar a las pantallas, pero sí se debe conocer su uso adecuado.
Pensando en el futuro.
Cuando los niños no son prevenidos o tratados a tiempo por el abuso a los videojuegos, en la adolescencia van a tener tendencia a la inmediatez. Es decir, las satisfacciones tienen que ser inmediatas y eso los podría volcar a una situación problemática mucho más compleja, como otro tipo de adicciones en las que pueden estar presentes el alcohol o las drogas.
Obviamente, esto no quiere decir que un niño que juegue va a ser adicto, tiene que haber otros componentes emocionales, familiares. Pero sí es un elemento muy común; los niños adictos al juego electrónico sienten que tienen que manejar el mundo mágicamente y que, si no es así, la función es intolerable. Entonces, tienen que buscar rápidamente una satisfacción fácil.
Académicamente, no logran habituarse al colegio y tienen bajo rendimiento escolar. A nivel social, pueden ser personas que se les dificulte relacionarse en todos los ámbitos. Y pueden volverse violentos o agresivos, al estar influenciados por los videojuegos. O ser frágiles y ensimismados, y desarrollar dependencia fácilmente. Incluso, en la adultez se pueden desarrollar trastornos de ansiedad.
Expertos dicen que hacia el futuro pueden volverse ludópatas, personas que se vean impulsados a jugar y apostar repetitivamente, sin importar perder dinero, pedir prestado, mentir y hasta robar para conseguir plata. Con el tiempo se van a ver afectados en la salud emocional.
Debemos enseñar a nuestros hijos el adecuado uso de los videojuegos mediante el ejemplo.
Tenemos que fomentar el juego simbólico jugand con ellos así como animarles a que prantiquen algún tipo de actividad deportiva.
El uso de los videojuegos no es malo, siempre y cuando esté controlado y no afecte la vida del niño alterando su carácter o las rutinas del día a día.
Un uso irresponsable de los videojuegos puede acabar desarrollando problemas más graves como adicciones o bajo rendimiento escolar.