En esta entrada os damos algunos consejos para estimular y mejorar el lenguaje de los niños. No sólo va dirigido a aquellos padres de niños con algún tipo de dificultad, sino que es válido para cualquier niño. La estimulación nunca está de más!!
Voy a referirme a una serie de ayudas que podamos dar al niño para que mejore su lenguaje, es decir, para que nos entienda mejor, o para que continúe hablando, o para que mejore lo que ha dicho.
Pero todo ello respetando sus producciones y sin corregirle directamente, lo que podría inhibirse si un niño es tímido o inseguro, si no devolviéndole los mensajes de una manera más elaborada y/o correcta.
Se trataría por tanto de métodos indirectos que intentan facilitar y mejorar la compresión y expresión del niño.
Estos son los recursos que podemos utilizar:
1. FACILITARLE LA COMPRENSIÓN:
- Elevar el tono de voz
- Exagerar la entonación
- Hablar más lentamente
- Insertar más pausas
- Utilizar gestos o señalar con el dedo el objeto al que nos referimos
- Emplear oraciones correctas, pero más cortas y sencillas
2. HACER PREGUNTAS QUE FACILITEN LAS RESPUESTAS DEL NIÑO:
Si se trata de que el niño hable, se exprese, podemos facilitárselo a través de preguntas que le hagamos.
Así no es conveniente hacer preguntas donde no le damos oportunidad de emitir un enunciado, ¿quién quiere ver la televisión?
Es decir, en este caso, sería preferible presentarle alternativas, ¿quieres jugar o ver la televisión?, para que el niño conteste un enunciado no solamente si o no.
Si mostramos interés hacia lo que nos estás contando querrá continuar haciéndolo. Por eso se le puede preguntar, ¿qué pasó luego?, ?qué más?
Cuando estamos viendo con él algún libro de cuentos o imágenes, debemos hacerle preguntas que amplíen el pensamiento del niño, por ejemplo, ¿qué están haciendo estos niños? o ¿cómo crees tu que funciona esto?.
3. OTROS RECURSOS:
– Repetir lo que ha dicho el niño para que vea que le entendemos y se anime a continuar hablando:
Niño: “La niña se durmió”…
Adulto Ah, así que la niña se durmió…
– Repetir lo que ha dicho pero diciéndolo correctamente, de modo que tenga un modelo adecuado para la próxima ocasión:
Niño: “La niña se dórmó”…
Adulto: Ah, así que la niña se durmió…
En este caso, lo importante es que enseñamos cómo hacerlo sin corregirle directamente.
– Continuar el tema, pero estimulándole una ampliación:
Niño “La niña se durmió” …
Adulto: Ah, así que la niña se durmió…¿Pero dónde se durmió?
– Pedirle aclaración
Niño: La niña se ‘dormó’
Adulto ¿Qué has dicho?
Le damos la oportunidad de rectificar o de esforzarse por decirlo mejor.
– Mejorar y ampliar la estructura del enunciado del niño:
Niño: “Pelota nene”
Adulto: “Sí, esta es la pelota del nene”
Así le proporcionamos una estructura gramatical correcta que le servirá de modelo
– Ampliar el contenido del enunciado del niño:
Niño: “Pelota nene”
Adulto: “Sí, es redonda”
En este caso centramos su atención en conceptos que debe adquirir
– Incorporar el enunciado del niño a otro más completo:
Adulto: “El niño salió corriendo huyendo del perro”
Niño: “Guau, guau”
Adulto: “El niño salió corriendo huyendo del perro que ladraba muy fuerte. Guau, guau”
– Si cuestionamos la emisión incorrecta del niño, podemos hacer que se dé cuenta del error e intente mejorar lo que acaba de decir:
Niño: La niña se ‘dormó’
Adulto ¿Se dormó?
– También podemos estimular la expresión del niño, dándole una respuesta claramente falsa que le incite a contestar:
Adulto: ¿Cómo te llamas?
Luisito: (No responde)
Adulto: ¿Has dicho Carlitos?